Cuando alguien se plantea comprar ordenador online, lo primero en lo que suele fijarse es en el procesador. De este modo, la marca, la generación, la cantidad de núcleos… sin duda, es un componente esencial, pero no es el único. En muchos casos, centrarse únicamente en la CPU puede llevar a una elección desequilibrada que no se adapta del todo a las necesidades reales del usuario. El rendimiento global de un equipo no depende solo de la velocidad del procesador, sino también de otros detalles que muchas veces pasan desapercibidos.

El mercado actual ofrece una gran variedad de ordenadores portátiles y de sobremesa, con diferencias notables no solo en precio, sino en prestaciones ocultas que afectan directamente a la experiencia de uso. Aspectos como el sistema de refrigeración, el tipo de almacenamiento o incluso la calidad de la pantalla pueden marcar la diferencia entre una compra acertada y una que genere frustración a corto plazo. En este sentido, es común dejarse seducir por cifras de GHz o etiquetas de marketing sin considerar lo verdaderamente importante para el día a día.

Este artículo propone detenerse en tres aspectos que no suelen recibir la atención que merecen, tales como la refrigeración del equipo, el tipo y velocidad del almacenamiento interno, y, la calidad del teclado y la pantalla. Estos factores, aunque menos llamativos que un procesador de última generación, tienen un impacto directo en el rendimiento sostenido, la comodidad de uso y la longevidad del dispositivo.

La refrigeración, el silencioso guardián del rendimiento

Un ordenador puede tener un procesador de última generación, pero si su sistema de refrigeración no está bien diseñado, ese potencial se perderá rápidamente. La mayoría de usuarios no considera el sistema de ventilación al momento de comprar, y sin embargo, este detalle es determinante para evitar sobrecalentamientos, caídas de rendimiento y ruidos molestos. En los equipos mal ventilados, el procesador reduce su velocidad para no dañarse, lo que se traduce en una experiencia más lenta y menos eficiente.

Además del rendimiento, la refrigeración influye en la vida útil del equipo. Cuando un ordenador opera durante largos periodos a temperaturas elevadas, los componentes internos sufren un desgaste mayor. Esto puede provocar fallos prematuros en la placa base, en el disco duro o en la tarjeta gráfica, especialmente en portátiles de gama media o baja. Un sistema de refrigeración deficiente también puede impedir tareas exigentes como edición de vídeo o gaming, incluso si el hardware parece compatible en papel.

Almacenamiento, no solo importa el tamaño

Cuando se habla de almacenamiento, la mayoría de los compradores se fija únicamente en la cantidad de gigas o teras. Sin embargo, el tipo de unidad y su velocidad influyen enormemente en la fluidez del sistema. No es lo mismo contar con un disco duro mecánico (HDD) que con una unidad de estado sólido (SSD), y dentro de los SSD también hay diferencias importantes. Un SSD NVMe, por ejemplo, puede multiplicar la velocidad de lectura y escritura respecto a un SSD SATA.

La velocidad del almacenamiento se nota desde el primer arranque, es decir, el sistema operativo carga más rápido, los programas se abren en segundos y los archivos pesados se copian con mayor agilidad. Un ordenador con buen procesador pero con un disco lento se vuelve desesperante en poco tiempo. Muchos fabricantes recortan en este aspecto para abaratar costes, especialmente en modelos de entrada. Por eso es fundamental comprobar el tipo exacto de disco que incluye el equipo antes de comprarlo. Además, no hay que perder de vista la posibilidad de ampliación. Algunos ordenadores permiten añadir una segunda unidad de almacenamiento, lo cual es adecuado para tener el sistema operativo en una unidad rápida y los archivos personales en otra más grande.

Teclado y pantalla, comodidad que se nota (o se sufre)

En un ordenador portátil, el teclado y la pantalla son dos de los elementos con los que más interactúa el usuario, y sin embargo, a menudo quedan relegados a un segundo plano frente a los números de la ficha técnica. Un teclado mal diseñado, con poco recorrido o sin retroiluminación, puede convertir la escritura en una experiencia incómoda, especialmente si se usa el equipo para trabajar o estudiar. Detalles como la distribución de teclas, el tamaño de las flechas o la presencia de un teclado numérico pueden marcar la diferencia.

La pantalla, por su parte, es clave tanto en portátiles como en sobremesa. Su resolución, brillo, fidelidad de color y ángulos de visión afectan directamente a la experiencia visual. Un panel de baja calidad puede cansar la vista, ofrecer colores apagados o reflejar demasiada luz. En tareas creativas como el diseño o la edición de vídeo, una buena pantalla es esencial. Pero incluso para el uso cotidiano, una pantalla IPS con brillo suficiente y resolución Full HD resulta mucho más agradable que una pantalla básica.